A los treinta y punta años la edad en la que se supone socialmente está garantizada la tranquilidad emocional, económica y profesional, mi vida está más cerca de ser un circo de nostalgia, de incómodos desaciertos: lo que soñaba y quería estar haciendo, hace parte más bien del guion de un película de ciencia ficción o una novela de realismo mágico.
Dicen que con el tiempo las cosas mejoran, tal cual como pasa con las bebidas fermentadas; pero nada de eso parece estar cerca a mi realidad cotidiana. Lejos de añejarme, me dañó en medio de los estridentes ruidos de mis inseguridades.
En el amor o mejor en las relaciones de pareja soy seguro el acto siniestro, de tragas no correspondidas, de amores no correspondidos, de amores idealizados, el enamorado de alguien, que lo ve como un amigo; él de una sexualidad que no entiendo o que quizá no acepto.
Me toco casi impuesto el rol del serio o mejor lo asumí a consciencia pero sin darme cuenta; debí ser el que toma decisiones coherentes y meditadas; pero el que mi subconsciente susurra que quiere ser el loco que se aventura hacer todo sin que importe lo que la sociedad demanda, ese que toma decisiones a la rápida, que vive y disfruta el día a día , pero no sé atormenta por lo que pasará mañana.
Me dijeron con ahínco que temprano me prepara para los treinta, así y solo de esta manera llegara indemne a la década de los siniestros, hasta hora mi vida es un retaila muy parecida a "La crónica de una muerte anunciada" esa que le costo la vida al Nasar de Ángela Vicarío ,aun cuando ya estaba advertido de lo que prontamente se le avecinaba.
Escrito por: Onel Barón Niño
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